jueves, 23 de noviembre de 2017

25° viaje a la Isla Martín García: La Ida.


A las 08:25 del domingo 19 de noviembre emprendí mi viaje vigésimo quinto a la Isla Martín García, en modalidad “solo paddling”, con dos preocupaciones en mente: el viento y la corriente en contra que me esperaban según las últimas fuentes consultadas: el windguru y las tablas de mareasde hidro.gov.ar.

El viento era evidente observando árboles o banderas a la vera de las vías del tren Mitre, mientras que la presencia de la corriente la confirmé mientras cargaba mi kayak Weir Franky 2 en la rampa del Club Hispano Argentino, viendo cómo se comportaban las embarcaciones a remo: Un bote de remos que intentara remontar el río Luján, por momentos parecía estático. Aquel que lo cruzaba para ir del Río Tigre al arroyo Fulminante, se salía de rumbo en dirección al Río de La Plata.



Mientras alistaba el kayak apareció por la rampa Patricio Redman y me preguntó si iba lejos. Le dije que para la isla Martín García, por lo que este experimentado kayakista comentó "hay viento del oeste y va a estar bajo". Mi respuesta fue que que el viento que estaba pronosticado según windguru era del noroeste y que el plan era intentar llegar a la isla. Si no se podía, retornaría al delta.



Sabía que el viento no debería representarme un problema hasta la salida del Paraná Miní y la posterior entrada a los Pozos del Barca Grande, donde inicia el último tramo, y el más complicado, del viaje a Martín García desde Tigre si seguimos un derrotero más o menos clásico.



Dicha derrota consiste generalmente en llegar al Paraná de Las Palmas (hay distintas opciones: por río Capitan, por arroyo 9 de Julio o por el arroyo Arroyón y el canal Honda), entrar al canal del Sueco, después a los Bajos del Temor, posteriormente al arroyo Diablo o al Diablito para finalmente llegar al Paraná Miní. Después, se rema hasta la desembocadura del Miní o se sale por lo que denominamos Boca Falsa (a pesar de que la única “Boca Falsa” de la carta náutica H130 es la desembocadura norte del río La Barquita) a los Pozos ya mencionados.



Si bien la zona de los Bajos está relativamente expuesta a los vientos del sector sur y este, por acá se navega relativamente cerca de tierra y hay sitios seguros en la costa norte para refugiarse como el Piccardo, el Baldosas, el Diablo o el Diablito en caso de que nos encontremos con condiciones climáticas adversas.



Debido a la corriente ya mencionada, probablemente no era el mejor día para ir al Paraná por el Capitán, pero tenía ganas de dejar de remar corriente en contra cuanto antes. Yendo por el Rama Negra, más o menos en 16 km se llega al Paraná y desde ahí se puede ir cruzando con dirección  a los Bajos. Esta distancia es la misma que hay que recorrer desde Tigre hasta Arroyón y Canal Honda, pero desde ahí restan casi 3 km de remo hasta llegar al Paraná a una posición apta como para hacer el cruce sin que la corriente nos derive sobre la Isla Nueva.



Alguien podría objetar que una menor cantidad de km por recorrer no implica necesariamente menos tiempo o menos esfuerzo, que todas las corrientes no son iguales, o que el tramo del Sarmiento después del Espera y el San Antonio aportan más corriente a favor que el Rama Negra, o que la corriente en contra del 9 de Julio no es equivalente a la del Capitán, pero sería entrar en detalles que creo nadie se ha tomado el trabajo de medir



Pasar el tiempo pensando en todas las desventajas de las otras opciones sirvió para autojustificarme por haber elegido como ruta al río Capitán, elección que lamentaba cada vez que veía los borbotones que producía la corriente alrededor de los  postes que sostienen los muelles.



La intensidad del viento, que me parecía que era noroeste, servía para paliar el calor ya que secaba el sudor. Al llegar al Paraná, tuve la sensación de que las ráfagas de viento venían desde otra dirección, así que saqué una brújula del bolsillo del chaleco salvavidas y que tenía en el chaleco y constaté que el viento venía desde el oeste.



Inicié el descenso del Paraná con dirección al Sueco, dejando pasar un buque de gran porte antes de entrar al canal dejando la boya verde por estribor (o por la derecha), y salí más adelante, a la altura de la boya roja del km 51,4.



En el Sueco había algunos cruceros anclados y uno en particular, con casco de catamarán, parecía una mezcla de bombardero B-2 con una nave espacial de las que aparecen en las películas, que poco tienen que ver con el challenger o las cápsulas Apolo.



Sobre el pontón del Sueco (o del U.S. Army) había dos señoras cocinando un asado y con cañas de pescar. Como si esto no fuera lo suficientemente curioso, no había ninguna embarcación amarrada a la barcaza que explicara cómo llegaron ahí las dos mujeres. Estas barcazas se denominaban “KBR” por "knocked-down barge reefer" que significa "balsa de tiro fondo plano frigorifica" y se utilizaron como cámaras frigoríficas transportables para mantener frescos los alimentos para las tropas en combate. También hubo balsas de porte similar que estaban equipadas con pequeñas plantas potabilizadoras cuyo objeto era el de proveer de agua potable a los soldados durante las operaciones bélicas.



Llegando a la boca del Diablo, la dirección de las olas llamó mi atención, así que hice nueva consulta a la brújula de bolsillo y para mi sorpresa constaté que el viento venía del sudoeste. Esto era una muy buena noticia, ya que esto significaba que iba a tener viento de popa si estas condiciones se mantenían hasta mi llegada a la isla. En el Diablo, la ausencia de viento de frente se hizo sentir, haciéndose más evidente el calor, sensación que era atenuada cuando los árboles de ambas márgenes parecen cerrarse sobre si mismos como si se tratara deun túnel que cubre al arroyo de sombras.











Alrededor de las 13:00 llegué al camping Iparacai, donde permanecí aproximadamente una hora, tiempo suficiente para unos mates reparadores acompañados de pan con atún, mientras 3 pescadores que habían llegado en una lancha pasaban el rato tomando fotos.





Al bajar por el Miní, en la entrada de la denominada “Boca Falsa”, los tripulantes de un rivertruck bajaban al agua para empujar la embarcación, la cual estaba varada, por lo que era evidente que había poca profundidad como para optar por ese camino. Para variar, no había mucha profundidad cuando salí del Miní y fue necesario “abrirse” un par de veces algunos grados al este con la finalidad de no terminar sobre un bajo, con la consecuente obligación de caminar arrastrando el bote. Afortunadamente no fue necesario bajarse del bote, aunque era tentador hacerlo cuando remaba y la pala inmediatamente tocaba el fondo. El viento seguía soplando del sudoeste y se veían las hileras de olas dirigiéndose con precisión hacia el canal Lancha Petrel, las cuales por el momento no se podían aprovechar sin correr el riesgo de quedarse sin agua.



Cuando me encontré con mayor profundidad, puse rumbo hacia la margen izquierda del canal Lancha Petrel, apuntando a las islas Lucía, e intenté barrenar las olas. A diferencia de lo que esperaba, la velocidad que mostraba el GPS no era gran cosa y recién observé una mejora en este aspecto cuando estuve a la altura de los primeros juncales de las islas Lucía. Mientras remontaba el canal, lo más arrimado posible a la costa para minimizar el efecto de la corriente, se acercó una lancha tripulada por 4 personas para preguntarme si estaba complicado el oleaje en Los Pozos. Puede parecer un tanto bizarro que desde una lancha le pregunten a uno, que está sentado en una embarcación con 52 cm de manga, si las condiciones del río están complicadas, pero en el kayak tenemos la ventaja de navegar casi por cualquier lado y, en caso de emergencia, poder dirigirnos a la costa más cercana. La lancha necesita una profundidad mínima para poder navegar, y únicamente puede protegerse entrando al delta por determinadas rutas que debe respetar, ya que caso contrario corre el riesgo de quedar varada. Recordaba que Jorge Villanueva me había dicho que el miércoles pasado la lancha que traslada a los maestros desde Martin García a Tigre se encontró con un Pampero en los Pozos, viéndose obligada a entrar al delta por el Barca Grande. Les recomendé hacer lo mismo, pero lamentablemente no supe indicarles como ubicar la entrada al Barca. Ellos, por su parte, me adelantaron que el cruce del canal Buenos Aires estaba “espectactular”. Nos agradecimos las indicaciones, y cada uno siguió su camino.



Jorge me había avisado que estaban en Timoteo Domínguez, así que el cruce lo hice en dirección a la isla uruguaya.

A las 16:24 desembarqué en Timoteo y me encontré con Jorge, Juan Cruz, Pablo, Gustavo y Jorge Villanueva. En la foto de abajo falta Pablo, que estaba entretenido probando el Franky Greenlander de Juan Cruz como puede verse en el video.







Cuando levantaron el campamento, me dijeron que tenían intenciones de dar la vuelta a la isla, así que como todavía tenía algún resto después de remar 51,4 km a una velocidad promedio de 7,7 km/h, decidí acompañarlos. El nivel de agua seguía bajo, por lo que cuando pasamos el islote Agustín Quiroz nos encontramos con un banco bastante grande, donde desembarcamos para caminar sobre él y tomar algunas fotos.








El viento finalmente había rotado al sudeste, de modo que el resto de la remada hasta el muelle de Martín García fue muy entretenida, con olas de frente al principio y después de costado.



A la noche, cenamos unos fideos con salsa en el predio del CANE en compañía de Héctor Alonso y Gastón Dente. Este último cocinó bagre de mar frito por si a alguno los fideos le habían dejado un lugarcito.




Mientras tanto, nuestros botes permanecían al lado de la rampa esperando al día siguiente para surcar nuevamente las aguas del canal Buenos Aires.



2 comentarios:

  1. Q buenos relatos,
    Doy fe q son tal cual sucedieron las cosas y estoy asombrado de tu memoria

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  2. Increíble relato, gracias por compartirlo. Recién llegué a tu blog de casualidad porque buscaba información ya que también tenía ganas de empezar a recorrer islas argentinas en kayak y llegué acá. Te hago una consulta? Como es el islote Agustín Quiroz cercano a la isla Martín García/ Timoteo Rodríguez? Es posible desembarcar en sus costas para recorrerlo? Me da mucha curiosidad ése pedacito de tierra en medio de la nada y alejado de toda forma de vida humana. Saludos, buen año nuevo!

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