A las 08:25 del
domingo 19 de noviembre emprendí mi viaje vigésimo quinto a la Isla
Martín García, en modalidad “solo paddling”, con dos
preocupaciones en mente: el viento y la corriente en contra que me
esperaban según las últimas fuentes consultadas: el windguru y las
tablas de mareasde hidro.gov.ar.
El viento era evidente
observando árboles o banderas a la vera de las vías del tren Mitre,
mientras que la presencia de la corriente la confirmé mientras
cargaba mi kayak Weir Franky 2 en la rampa del Club Hispano
Argentino, viendo cómo se comportaban las embarcaciones a remo: Un
bote de remos que intentara remontar el río Luján, por momentos
parecía estático. Aquel que lo cruzaba para ir del Río Tigre al
arroyo Fulminante, se salía de rumbo en dirección al Río de La
Plata.
Mientras alistaba el
kayak apareció por la rampa Patricio Redman y me preguntó si iba
lejos. Le dije que para la isla Martín García, por lo que este
experimentado kayakista comentó "hay viento del oeste y va a
estar bajo". Mi respuesta fue que que el viento que estaba
pronosticado según windguru era del noroeste y que el plan era
intentar llegar a la isla. Si no se podía, retornaría al delta.
Sabía que el viento
no debería representarme un problema hasta la salida del Paraná
Miní y la posterior entrada a los Pozos del Barca Grande, donde
inicia el último tramo, y el más complicado, del viaje a Martín
García desde Tigre si seguimos un derrotero más o menos clásico.
Dicha derrota consiste
generalmente en llegar al Paraná de Las Palmas (hay distintas
opciones: por río Capitan, por arroyo 9 de Julio o por el arroyo
Arroyón y el canal Honda), entrar al canal del Sueco, después a los
Bajos del Temor, posteriormente al arroyo Diablo o al Diablito para
finalmente llegar al Paraná Miní. Después, se rema hasta la
desembocadura del Miní o se sale por lo que denominamos Boca Falsa
(a pesar de que la única “Boca Falsa” de la carta náutica H130
es la desembocadura norte del río La Barquita) a los Pozos ya
mencionados.
Si bien la zona de los
Bajos está relativamente expuesta a los vientos del sector sur y
este, por acá se navega relativamente cerca de tierra y hay sitios
seguros en la costa norte para refugiarse como el Piccardo, el
Baldosas, el Diablo o el Diablito en caso de que nos encontremos con
condiciones climáticas adversas.
Debido a la corriente
ya mencionada, probablemente no era el mejor día para ir al Paraná
por el Capitán, pero tenía ganas de dejar de remar corriente en
contra cuanto antes. Yendo por el Rama Negra, más o menos en 16 km
se llega al Paraná y desde ahí se puede ir cruzando con dirección
a los Bajos. Esta distancia es la misma que hay que recorrer desde
Tigre hasta Arroyón y Canal Honda, pero desde ahí restan casi 3 km
de remo hasta llegar al Paraná a una posición apta como para hacer
el cruce sin que la corriente nos derive sobre la Isla Nueva.
Alguien podría
objetar que una menor cantidad de km por recorrer no implica
necesariamente menos tiempo o menos esfuerzo, que todas las
corrientes no son iguales, o que el tramo del Sarmiento después del
Espera y el San Antonio aportan más corriente a favor que el Rama
Negra, o que la corriente en contra del 9 de Julio no es equivalente
a la del Capitán, pero sería entrar en detalles que creo nadie se
ha tomado el trabajo de medir
Pasar el tiempo pensando
en todas las desventajas de las otras opciones sirvió para autojustificarme por haber elegido como ruta al río Capitán, elección que lamentaba cada vez que veía los borbotones que producía la corriente alrededor de los postes que sostienen los
muelles.
La intensidad del
viento, que me parecía que era noroeste, servía para paliar el
calor ya que secaba el sudor. Al llegar al Paraná, tuve la sensación
de que las ráfagas de viento venían desde otra dirección, así que
saqué una brújula del bolsillo del chaleco salvavidas y que tenía
en el chaleco y constaté que el viento venía desde el oeste.
Inicié el descenso
del Paraná con dirección al Sueco, dejando pasar un buque de gran
porte antes de entrar al canal dejando la boya verde por estribor (o
por la derecha), y salí más adelante, a la altura de la boya roja
del km 51,4.
En el Sueco había
algunos cruceros anclados y uno en particular, con casco de
catamarán, parecía una mezcla de bombardero B-2 con una nave
espacial de las que aparecen en las películas, que poco tienen que
ver con el challenger o las cápsulas Apolo.
Sobre el pontón del
Sueco (o del U.S. Army) había dos señoras cocinando un asado y con
cañas de pescar. Como si esto no fuera lo suficientemente curioso,
no había ninguna embarcación amarrada a la barcaza que explicara
cómo llegaron ahí las dos mujeres. Estas barcazas se
denominaban “KBR” por "knocked-down barge reefer" que
significa "balsa de tiro fondo plano frigorifica" y se
utilizaron como cámaras frigoríficas transportables para mantener
frescos los alimentos para las tropas en combate. También hubo
balsas de porte similar que estaban equipadas con pequeñas plantas
potabilizadoras cuyo objeto era el de proveer de agua potable a los
soldados durante las operaciones bélicas.
Llegando a la boca del
Diablo, la dirección de las olas llamó mi atención, así que hice
nueva consulta a la brújula de bolsillo y para mi sorpresa constaté
que el viento venía del sudoeste. Esto era una muy buena noticia, ya
que esto significaba que iba a tener viento de popa si estas
condiciones se mantenían hasta mi llegada a la isla. En el Diablo,
la ausencia de viento de frente se hizo sentir, haciéndose más
evidente el calor, sensación que era atenuada cuando los árboles de
ambas márgenes parecen cerrarse sobre si mismos como si se tratara
deun túnel que cubre al arroyo de sombras.
Alrededor de las 13:00
llegué al camping Iparacai, donde permanecí aproximadamente una
hora, tiempo suficiente para unos mates reparadores acompañados de
pan con atún, mientras 3 pescadores que habían llegado en una
lancha pasaban el rato tomando fotos.
Al bajar por el Miní,
en la entrada de la denominada “Boca Falsa”, los tripulantes de
un rivertruck bajaban al agua para empujar la embarcación, la cual
estaba varada, por lo que era evidente que había poca profundidad
como para optar por ese camino. Para variar, no había
mucha profundidad cuando salí del Miní y fue necesario “abrirse”
un par de veces algunos grados al este con la finalidad de no
terminar sobre un bajo, con la consecuente obligación de caminar
arrastrando el bote. Afortunadamente no fue necesario bajarse del
bote, aunque era tentador hacerlo cuando remaba y la pala
inmediatamente tocaba el fondo. El viento seguía soplando del
sudoeste y se veían las hileras de olas dirigiéndose con precisión
hacia el canal Lancha Petrel, las cuales por el momento no se podían
aprovechar sin correr el riesgo de quedarse sin agua.
Cuando me encontré
con mayor profundidad, puse rumbo hacia la margen izquierda del canal
Lancha Petrel, apuntando a las islas Lucía, e intenté barrenar las
olas. A diferencia de lo que esperaba, la velocidad que mostraba el
GPS no era gran cosa y recién observé una mejora en este aspecto
cuando estuve a la altura de los primeros juncales de las islas
Lucía. Mientras remontaba el canal, lo más arrimado posible a la
costa para minimizar el efecto de la corriente, se acercó una lancha
tripulada por 4 personas para preguntarme si estaba complicado el
oleaje en Los Pozos. Puede parecer un tanto bizarro que desde una
lancha le pregunten a uno, que está sentado en una embarcación con
52 cm de manga, si las condiciones del río están complicadas, pero
en el kayak tenemos la ventaja de navegar casi por cualquier lado y,
en caso de emergencia, poder dirigirnos a la costa más cercana. La
lancha necesita una profundidad mínima para poder navegar, y
únicamente puede protegerse entrando al delta por determinadas rutas
que debe respetar, ya que caso contrario corre el riesgo de quedar
varada. Recordaba que Jorge Villanueva me había dicho que el
miércoles pasado la lancha que traslada a los maestros desde Martin
García a Tigre se encontró con un Pampero en los Pozos, viéndose
obligada a entrar al delta por el Barca Grande. Les recomendé hacer
lo mismo, pero lamentablemente no supe indicarles como ubicar la
entrada al Barca. Ellos, por su parte, me adelantaron que el cruce
del canal Buenos Aires estaba “espectactular”. Nos agradecimos
las indicaciones, y cada uno siguió su camino.
Jorge me había
avisado que estaban en Timoteo Domínguez, así que el cruce lo hice
en dirección a la isla uruguaya.
A las 16:24
desembarqué en Timoteo y me encontré con Jorge, Juan Cruz, Pablo,
Gustavo y Jorge Villanueva. En la foto de abajo falta Pablo, que estaba entretenido probando el Franky Greenlander de Juan Cruz como puede verse en el video.
Cuando levantaron el
campamento, me dijeron que tenían intenciones de dar la vuelta a la
isla, así que como todavía tenía algún resto después de remar
51,4 km a una velocidad promedio de 7,7 km/h, decidí acompañarlos. El nivel de agua seguía bajo, por lo
que cuando pasamos el islote Agustín Quiroz nos encontramos con un
banco bastante grande, donde desembarcamos para caminar sobre él y
tomar algunas fotos.
El viento finalmente
había rotado al sudeste, de modo que el resto de la remada hasta el
muelle de Martín García fue muy entretenida, con olas de frente al
principio y después de costado.
A la noche, cenamos
unos fideos con salsa en el predio del CANE en compañía de Héctor
Alonso y Gastón Dente. Este último cocinó bagre de mar frito por si a alguno los fideos le habían dejado un lugarcito.
Mientras tanto,
nuestros botes permanecían al lado de la rampa esperando al día
siguiente para surcar nuevamente las aguas del canal Buenos Aires.
Q buenos relatos,
ResponderEliminarDoy fe q son tal cual sucedieron las cosas y estoy asombrado de tu memoria
Increíble relato, gracias por compartirlo. Recién llegué a tu blog de casualidad porque buscaba información ya que también tenía ganas de empezar a recorrer islas argentinas en kayak y llegué acá. Te hago una consulta? Como es el islote Agustín Quiroz cercano a la isla Martín García/ Timoteo Rodríguez? Es posible desembarcar en sus costas para recorrerlo? Me da mucha curiosidad ése pedacito de tierra en medio de la nada y alejado de toda forma de vida humana. Saludos, buen año nuevo!
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