viernes, 24 de noviembre de 2017

25° Viaje a Isla Martín García: El Regreso

Alrededor de las 08:00 partimos de la isla con rumbo oeste hacia la boca del canal Lancha Petrel. Antes de la salida, mientras el personal de Prefectura nos tomaba los datos, caminé hasta el final de la rampa del CANE observando con atención hacia la isla Oyarvide porque me parecía ver la espuma de unas olas rompiendo allá a lo lejos. Por el tamaño de lo que parecían ser esos espumones, por un momento dudé  si se trataba de unos corderitos bastante grandes o los cascos de unas lanchas ancladas allí. Esto último era muy poco probable teniendo en cuenta el horario y el lugar, así que me fuí haciendo la idea que el cruce podía estar un poco movido.
Después de hacernos al agua, a medida que fuimos alejándonos de la isla y de su reparo, la intensidad del viento noreste se fue incrementando y las olas se hicieron más grandes.
El cruce, desde donde está ubicada la rampa del CANE hasta el canal Lancha Petrel, se hace con rumbo  oeste, es decir 270°. Por lo tanto, si imaginanos al kayak superpuesto a un reloj de agujas, donde la proa se encontraría a las 12:00 y la popa a las 06:00, las olas nos golpeaban por estribor, donde el imaginario reloj marcaría las las 4:00 o las 5:00.
El día estaba totalmente nublado y con una temperatura baja considerando que estábamos a mediados del mes de noviembre. A esto se agregaba una débil lluvia que daba agregaba al cruce un ingrediente para tener en cuenta: el frío. Este video donde puede verse a Gustavo en su 510 lo filmó Juan Cruz desde la cubierta de su Franky:







Creo que no estábamos ni en la mitad del cruce, cuando noto que comenzamos a separarnos. Yo voy quedándome a la  izquierda del resto del grupo, como si ellos estuvieran dirigiéndose hacía las islas Lucía en lugar de dirigirse hacia el canal. Además, veo que hay dos kayaks que están más rezagados respecto de los otros tres, pero no puedo identificar quiénes son. 
Creyendo que me encontraba en el rumbo correcto, seguí remando y de vez en cuando apoyaba para mirar hacia atrás y asegurarme que venían los 5 kayaks. Si ellos se desviaban erróneamente algunos grados al norte, iban a darse cuenta de esto cuando estuvieran más cerca del canal. 
Como ya dije, el cruce se hace con rumbo oeste, por lo que es posible desviarse hacia el sur o hacia el norte. El primero de los desvíos ("quedarse corto") es el que tiene consecuencias más graves porque podemos terminar en la costa noreste de la isla Oyarvide y vernos obligados a remontar la corriente en contra del canal Buenos Aires hasta llegar al Lancha Petrel. El otro desvío probable es hacia el norte ("pasarse"), pero este no es para preocuparse porque en algún momento  vamos a ver aparecer el canal a nuestra izquierda (o por babor), así que será suficiente con poner al kayak en ángulo de ferry (45° respecto de la corriente) y remar hacia él.
Recientemente me ha ocurrido un par de veces desorientarme en el cruce y confundir las islas, error que diez años atrás no me pasaba. Supongo que esto se debe a que la vegetación de las islas Solís se ha desarrollado y ahora se ha vuelto más fácil confundirlas con la de la isla Oyarvide. 
En esta ocasión tenía un alto grado de certeza de estar correctamente orientado porque el compás marcaba rumbo oeste y porque me parecía estar "viendo" el canal. Con esto me refiero a que veía dos líneas de árboles de un mismo tono de verde grisáceo (lo que indicaba que estaban más o menos a la misma distancia) y en medio de ellas unos árboles de color gris. Supuse que la línea de árboles de la izquierda era la isla Oyarvide, la de la derecha las islas Lucía y los árboles más alejados (por ese motivo se veían de color gris) ubicados al medio estaban en alguna isla de la tercerca sección del delta que se podía ver a través del canal. 
Seguí con el mismo rumbo, remando y apoyando  ante cada ola que sacudía al Franky, a veces subiéndolo desde un valle a una cresta y otras veces rompiendo arriba de la cubierta, hasta que en un momento miré hacia donde estaban mis compañeros y no pude contar más de 3 kayaks. 
Volví a mirar, manteniendo más tiempo el apoyo, y nuevamente se veían únicamente 3 botes.  Comencé a acercarme al grupo de tres kayaks y por suerte el primero de los botes que ví fue el 510 de Gustavo, quien hacía su primer viaje a la isla. Si había dos kayakistas rezagados o, en el peor de los casos, uno o dos volcados , el peor escenario posible era que se tratara de los dos miembros del grupo con menos experiencia en el cruce. El otro miembro del grupo que podía estar complicado, siempre hablando desde un punto de vista probabilístico, era Pablo, que veía por primera vez en un kayak single a la isla, y el bote que había elegido para la ocasión tenía solamente 50 cm de manga.
Los otros dos kayakistas que conformaban el trío eran Jorge Villanueva y Juan Cruz. Consulté con este último si veía a Jorge y a Pablo, y me dijo que los había visto  abrirse (desviarse hacia el norte), y que no sabía por qué habían hecho eso. Le pregunté si ahora los veía y me dijo que no.  
Debido a que faltaba poco para terminar el cruce y a que permanecer en el canal en esas condiciones no era una buena idea, nos dirigimos hacia el Lancha Petrel porque si había que radiar a PNA era más fácil hacerlo desde tierra firme o al menos seminundada. Intentar hacer un llamado telefónico en medio de las olas del canal Buenos Aires era una tarea complicada que podía terminar en un vuelco, y así tendríamos dos problemas en lugar de uno.
Para este viaje llevé por primera vez un handy VHF de banda corrida y a prueba de agua al que le había grabado todos los canales simples de uso naútico. Sin embargo, no tuve mejor idea que llevarlo guardado en el tambucho de proa del kayak, lo que era prácticamente lo mismo que haberlo dejado en casa.
Cerca de la entrada al Petrel había olas lo suficientemente altas como para ocultar a un kayakista que se encontrara a pocos metros delante mío, algo que nunca había visto en esta zona del Río de La Plata.
Una vez en el canal, buscamos refugio entre los juncos de la isla Lucía con la intención de esperar que aparecieran nuestros dos compañeros o, caso contrario, comunicarnos con PNA para reportar la situación. Afortunadamente a los pocos minutos Juan Cruz los vió venir y  cuando llegaron nos explicaron que Pablo se iba quedando atrás, así que Jorge le preguntó qué ocurría. La respuesta de Pablo fue que la dirección de las olas lo complicaba, así que se abrieron en dirección norte para  después retomar el cruce con las olas por popa, situación que aprovecharon para barrenarlas.

Entrevistada por la revista Desnivel, la escaladora española Araceli Segarra resumió la tristemente célebre tragedia del Everest de 1996 como una combinación de malas decisiones con mala suerte. Salvando la sideral distancia que hay entre escalar la cima del Everest y cruzar el canal Buenos Aires con un viento lo suficientemente intenso como para dificultar un rescate asistido, podemos decir que tuvimos suerte porque ningún integrante del grupo volcó. También creo que corresponde reconocer que tomamos malas decisiones, como no habernos puesto de acuerdo en el rumbo antes de la salida, o no pautar una determinada distancia máxima entre los kayaks en la navegación. Por mi parte, no me aseguré de contar con los elementos de comunicación a mano para solicitar ayuda en el caso de que fuera necesario hacerlo. Y, por último,los dos kayakistas que se vieron obligados a separarse no pudieron dar aviso al resto de lo que estaban haciendo.
 
Una vez reagrupados, decidimos navegar por la margen derecha del Petrel y, a medida que fuera posible, ir acercándonos a la costa para entrar al delta por el Miní o por la "Boca Falsa".  Nada de volver por afuera. Otro video de Juan Cruz, registrando la navegación por el Petrel:
 


El nivel del agua era bastante alto, así que fuimos acercándonos al delta al punto tal que debemos haber pasado a unos trescientos metros de la desembocadura de La Barquita. Fue entonces que al sur del Miní apareció una embarcación que al principio confundimos con un crucero y que seguía una derrota que consideramos curiosa: por un momento parecía que entraba al Miní para después salir "costeando" hacia nuestra posición. Finalmente, viró hacia el noreste con dirección a los Pozos. Se trataba del Deltacat, y no podíamos explicarnos qué estaba haciendo en esa zona del delta. Su ruta a Carmelo es bastante disinta: por el Honda llega hasta el Paraná de Las Palmas y continúa por éste hasta su desembocadura para después seguir la ruta de "los palos" hasta el Petrel y finalmente remontar el Buenos Aires. El único que arriesgó una explicación del encuentro con el Deltacat fue Juan Cruz, que dijo que el catamarán podía haber salido al río de La Plata por los Bajos del Temor aprovechando el nivel del agua.

Nuestra velocidad al remontar el Miní era bastante inusual por efecto de la marea: entre 8 y 9 km/h. Llegamos a Ipacarai, que estaba bastante inundado, así que se nos facilitó el desembarco. Comimos poco y variado (maníes, pan, turrones, alfajores, barritas de cereales) para volver cuanto antes a remar, de modo de poder hacer una parada en el Fondeadero sin que esto implicara llegar demasiado tarde a Tigre. 




Para nuestra sorpresa, en la primera mitad del arroyo Diablo nos tocó corriente en contra, la cual no fue gran cosa al compararla con la que encontraríamos más tarde en Los Bajos.









Los Bajos son una ruta de regreso que trato de evitar siempre que puedo, y hago esto por dos motivos: la corriente en contra y la poca profunidad que generalmente se encuentran allí. En cambio, prefiero hacer el regreso por el Río de La Plata hasta la desembocadura del Paraná de Las Palmas, haciendo la primera parada en un zona despejada de árboles cercana a la entrada al arroyo Surubí. Algunos kayakistas llaman a este lugar "la playita del Surubí" así que yo decidí bautizarla "Surubeach". Debo reconocer que esta vez los Bajos tenían una profundidad atípica por efecto de la marea: en el mismo lugar donde normalmente se puede caminar, los 2,1 metros de la pala casi se sumergían por completo si intentaba tocar el fondo. La corriente en contra, sin embargo, tenía la misma intensidad de siempre, dándonos la sensación de que el Fondeadero era un lugar cada vez más lejano.

Remontamos el Sueco y llegamos al Paraná, donde tuvimos que decidir cómo hacer el cruce. Gustavo, Juan Cruz, Jorge y yo le apuntamos a la boya roja del km 54,1, mientras que Pablo y Jorge Villanueva decidieron remar aguas arriba el Paraná con la finalidad de cruzar haciendo ferry en algún momento.
Cuando llegué al extremo este de Isla Nueva Jorge y Pablo iniciaban el cruce mientras un buque de gran porte bajaba por el Paraná.








Después de mucho tiempo, volvimos a tener corriente a favor cuando entramos al Honda. Debido a las condiciones climáticas, en el Fondeadero nos encontramos con muy poca gente: un bote de remos, algunas motos de agua y dos jetski. El día continuaba nublado y llovía débilmente, así que acomodamos una mesa y seis sillas debajo del almacén, en el mismo lugar donde parecería que duermen los patos.
 
 
Cuatro de nosotros optamos por los típicos ñoquis (aunque los míos los pedí con crema) y dos por un gigantesco sandwich de crudo y queso que preparan en el almacén. Comimos rápido y prácticamente no hubo sobremesa porque no era un día para quedarse quieto mucho tiempo. Volvimos a poner los kayaks en el agua, bajamos por el Honda, después por el Urión y estuvimos a punto de continuar por el Borazo, pero desistimos debido a la corriente en contra que encontramos allí.
 
Tomamos la decisión de seguir hasta el Vinculación y entrar por el Gutierrez hasta el Abravieja para buscar ese arroyito que por momentos parece una zanja y que desemboca en el Luján, al lado del astillero Tecnao SRL. La ruta elegida no nos pareció la decisión más acertada cuando nos encontramos con la corriente en contra del Luján.
 
A las 17:34 llegamos a la rampa del TBC (Tigre Boat Club), dando por finalizado nuestro viaje. El rampín no estaba bajado, indicio de que ya no había botes de ese club en el agua o que ningún remero salió durante todo el día.
 
La avenida Victorica estaba semidesierta, lo cual nos facilitó enormemente el traslado de los botes y el guardado de los mismos en sus boteras, donde quedaron a la espera del próximo viaje.


1 comentario:

  1. Excelente relato ,no hay detalles que se te pasen por alto,lo que demuestra que tú difrute es doble
    Al vivirlo y al narrarlo
    Muy bueno

    ResponderEliminar